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lunes, julio 1, 2024
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    No es franja de Gaza, ni Ucrania, sino esa esquina abandonada

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    Desde 2005, al menos diez viviendas y una bodega en la esquina de la avenida Bravo y calle Degollado han quedado abandonadas. Esta situación ha provocado un aumento del vandalismo, convirtiendo la zona en un punto de riesgo y drogadicción que afecta la tranquilidad de los vecinos.

    Estas propiedades, con un diseño peculiar, están interconectadas. Eduardo Rodríguez, quien se refugió en una de ellas tras ser abandonado por su familia, explica que todas pertenecían a un mismo dueño.

    Durante el día, Eduardo trabaja como ‘viene viene’ y lava carros para empleados del Poder Judicial en la esquina de Calzada Colón. Por las noches, asume el rol de vigilante, ahuyentando a drogadictos, grafiteros y vándalos. Su conocimiento del lugar ha sido útil para la policía en la persecución de sospechosos.

    Eduardo llegó a esta esquina el año pasado, encontrando basura y residuos por doquier. Los vecinos le permitieron quedarse en una de las casas a cambio de mantener limpio el entorno, tarea que ha cumplido sin problema.

    «Lo que sé, es que el dueño se fue a Estados Unidos y murió allá. Sus hijos no han reclamado la propiedad. Las casas quedaron solas por más de diez años, y los inquilinos comenzaron a irse debido a robos y vandalismo,» comenta Eduardo.

    Recientemente, algunas personas han mostrado interés en adquirir una bodega en la calle Degollado, pero no han logrado localizar al propietario.

    Mileno Laguna realizó un recorrido por el interior de estas fincas, experimentando una mezcla de curiosidad y miedo. La sensación de caminar por esos pasillos es similar a estar en una zona de guerra, pero es la realidad urbana de Torreón.

    El lugar es un laberinto con pasillos que comienzan pero no se sabe dónde terminan. Todo está destruido, con olores fétidos provenientes de baños sin accesorios, drenajes en desuso, ropa quemada, vidrios rotos, cables sueltos, paredes grafiteadas y techos ennegrecidos por incendios. Es una escena insólita e inesperada.

    Dentro de estas propiedades hay árboles y más basura acumulada, residuos de muebles viejos, tablas, tapias y muchas botellas de vidrio.

    Eduardo, de menos de 60 años y con un léxico educado, se siente satisfecho con su labor de cuidar el vecindario. Esta responsabilidad le permite tener un techo y un trabajo cuidando y lavando carros de los empleados del Poder Judicial, asegurando así su sustento sin recurrir a conexiones eléctricas ilegales.

    Con información de Luis Alatorre

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