El lenguaje es una herramienta y tecnología de la palabra que nos permite construir y compartir ideas simples, complejas y abstractas con nuestros semejantes. Hace un siglo se descubrió que la palabra es el fenómeno ideológico por excelencia, y hace más de dos milenios se descubrió que en la palabra existen efectos comunicativos persuasivos que permiten la efectividad del lenguaje.
Actualmente fenómenos como la post verdad, las fake news (notas falsas), la cultura de la cancelación y los discursos de odio generan efectos cognitivos a corto y mediano plazo como: reforzamiento de creencias y estereotipos, simulación de estar informado, ligereza o simplicidad en la producción de nuevo contenido, manipulación de sentimientos/emociones, pérdida de credibilidad y confianza, el establecimiento de escenarios de desconfianza general, la configuración de agenda; y en eventos políticos, el fenómeno de los votos castigo o en contra.
El reto de este siglo no será entender estas tecnologías, sino qué hemos hecho con ellas para promover instituciones públicas y privadas confiables. Para ello, las organizaciones deben trabajar con sus equipos de comunicación para fomentar la solidez de sus organizaciones (según los propósitos de la agenda 2030, ONU) y la cercanía con sus públicos.
¿El lenguaje construye confianza?
El término Comunicación Responsable refiere a un modelo de intervención para llevar a cabo una comunicación asertiva.
Son cinco los rasgos generales que son efectivos para poner en práctica la comunicación responsable:
1) Honestidad: “verificar lo que comunica una organización a través de datos e información oficial”
2) Empatía: “mostrar respeto por la audiencia al considerar su contexto y necesidades específicas”
3) Transparencia: “Aporta toda la información necesaria sobre lo que hace la organización y cómo lo hace”
4) Interactividad: “la retroalimentación que recibe de sus audiencias y hace cambios al respecto”
5) Consistencia: “mantener un discurso institucional coherente que vincule lo que se comunica con la cultura organizacional, especialmente con sus valores”.
En suma, es tarea nuestra mejorar las prácticas comunicativas que emitimos en Internet, pensar qué perfil queremos mostrar, para qué necesitamos ese perfil y cómo será aceptada la imagen y el discurso que publicamos. Recordar esto antes de hacer público algo, propone coherencia y una comunicación inteligente en beneficio de nuestra imagen (individual, social y organizacional) y de la información que compartimos con el público.