Torreón, Coahuila.– La maternidad se ha vuelto un espectáculo para quienes tienen privilegios. Una esposa de gobernador puede posar en portada de revista con su bebé y recibir elogios por “equilibrar la vida familiar y profesional”. Pero en la misma ciudad, otra madre arrastra a su hijo por la calle, malabarista de la supervivencia, y nadie la aplaude. Nadie la mira. Las imágenes que circulan en redes exponen la cruda realidad social: la maternidad no es igual para todas. Una mujer con dinero, acceso a niñera, automóvil, casa propia y médico privado es celebrada; otra, obligada a exponer a su bebé mientras lucha por un salario insuficiente, es invisibilizada y juzgada. La diferencia no es esfuerzo ni amor, es privilegio. Esta desigualdad no es un accidente: es un sistema que premia a quienes tienen recursos y castiga a quienes carecen de ellos. La maternidad, que debería ser un derecho básico, se convierte en un lujo, un espectáculo mediático o, en el peor de los casos, un riesgo diario. La pregunta es urgente y necesaria: ¿cuándo habrá empleos con horarios y sueldos dignos, seguridad social real y condiciones que permitan a todas las madres cuidar de sus hijos sin exponer sus vidas? Mientras tanto, algunas maternidades se celebran y otras se ignoran, dejando claro que no todas las madres son iguales ante la sociedad: algunas son heroínas de portada, otras sobrevivientes anónimas de la precariedad. La maternidad no debería ser un privilegio de pocos; debería ser un derecho garantizado para todas. Hasta que eso ocurra, la hipocresía seguirá tomando fotos y escribiendo elogios mientras la realidad de miles de madres sigue siendo invisible.